domingo, 6 de diciembre de 2009

Vivir y Morir...


Generalizando, casi ofendiendo, se podría decir que es posible calcular la experiencia de un médico sobre la base de la sensación que le produce la muerte de un paciente. Esto lo digo por lo que llevo en la carrea y he podido observar en estos 3 años.. Puede que mi percepción sea equivocada y con el pasar de los años cambie de opinión pero por el momento es lo que siento..

Un médico “viejo” siente fastidio . Fastidio por el papeleo burocrático al que se ve obligado, fastidio por tener que salir o dejar/posponer actividades por los requerimientos del difunto lo cual alarga un poco mas sus jornadas, fastidio por haber sido despertado en el turno... yo creo que el enfermo tiene tendencia a morirse de madrugada, como queriendo irse sin hacer ruido, para no molestar, pero si tras la muerte le visita un médico “viejo”, pensará que lo ha hecho para fastidiar.

Él médico “maduro” siente fracaso. Algo se ha hecho mal, o algo se podía haber hecho mejor, o algo no se ha hecho. Cuando no se acierta a encontrar un algo, el fracaso puede tornarse más social, ante la creciente costumbre de preferir morir en la aséptica frialdad de una institución hospitalaria y no en el contaminado calor del hogar. Esta preferencia suele estar marcada por los familiares, entendiendo por aséptico el librar al hogar del olor a la Muerte y a los fluidos que ésta no se lleve consigo, aunque se prive al desgraciado moribundo de cariño, intimidad y a veces también, respeto. Pero aún nos queda el peor fracaso, el que no sólo concierne al médico, sino también a toda persona pensante, el fracaso humano que para la vida supone la muerte. Fracaso o, al menos, incertidumbre. Hace dos años en mi principio del externado y más triste escribía: “Extraño camino es la vida, sólo hecho para ser andado” (seguía, pero me avergüenza lo torpemente que fabrico versos). Andar, y andar, y andar para, al final... dejar de andar.

El médico “joven” siente tristeza. Unas veces la tristeza es por el difunto, a quien se ha podido conocer, o se cree conocer. Casi todos los moribundos dan la impresión de ser buenas personas, de no merecer morir. Una de mis mejores amigas diría que nadie merece morir. Yo no sé si es cierto, pero al menos me permito pensar que sí hay quien no merece vivir. De todas formas, admito que no he visto a ningún moribundo del que pensara que merecía morir. Además, los familiares provocan en el médico “joven” tristeza. Unas veces tristeza por su inmensa tristeza, otras veces tristeza por su poca tristeza. Y también tristeza por su ingrata misión de pájaro de mal agüero.

El médico “inexperto” siente miedo. Seguro que hay algo por lo que pueden denunciarle, y reza por el fallecido... para que lo entierren pronto y comiencen a descomponerse las pruebas de su, para él, segura negligencia. O mejor, que lo incineren, si no temiera levantar sospechas él mismo se lo propondría a la familia.

Por último está el estudiante de Medicina. Aquí la cuestión se complica, el grupo se hace muy heterogéneo, supongo que en gran parte por la ausencia de responsabilidad. Sí estoy convencido de que hay dos elementos principales: la fascinación y el sobrecogimiento. Supongo que éstas son las claves para que no haya olvidado aún a las dos primeras pacientes que “se me murieron”, cuando aún era estudiante y lo único que yo hice por ellas fue leer sus historias clínicas.

Ya han pasado algunos años, y actualmente diría que soy un “joven” con algún rasgo “maduro”, aunque sé que mis residentes y otros me juzgarían de pretencioso si leyera esto. También es verdad que lo que escribo se basa en mis reflexiones y en el conocimiento limitado de un grupo de médicos compañeros que es necesariamente reducido. Además, en todo lo vivo se dan excepciones, pero seguro que la mayoría de mis colegas “viejos” se considerarían la oveja blanca del rebaño de ovejas negras.

Sobre mi memoria flota, como el aroma de una mujer, el recuerdo de aquellas dos primeras muertes, de aquellas dos ancianas, tan aparentemente distintas y tan similares en su desenlace. De aquellas dos vidas que rozaron mi vida, y que no he sido capaz de olvidar. Me gusta confiar en que eran buenas personas, aunque no por ello su final fuese más dulce. Morir siempre es amargo, ya seas malo, bueno o regular.

No se por que esta semana me ha dado hablar sobre la muerte... un poco nostalgico creo...
Y ustedes que clase de medicos son.???

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