viernes, 4 de diciembre de 2009

La sentencia


En todo trabajo hay cosas que no nos gusta hacer. Hay pacientes que debes ver, aunque sepas que no los vas a ayudar. Jamás vas a encontrar su sonrisa. De hecho, jamás volverán a sonreir. No vas a poder ayudarles en nada. Por supuesto, no se curarán, tampoco vas a ser capaz de aliviarles.

Suele suceder en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos). El Intensivista te acompaña hasta la cabecera de una cama, mientras te va relatando la historia clínica y los resultados de las pruebas. Llegas hasta una persona atada por varios cables que invaden sus venas, con modernas sanguijuelas en su pecho que envían información a un monitor cardíaco, con un tubo de plástico que entra por su boca para prestarle aliento. En un primer vistazo ya ves claro cuál será el resultado. Pero hay que seguir el protocolo. Es lo legal, es lo correcto, es tu trabajo, aunque no te guste.

Comienzas por mirarle a los ojos. Las pupilas son enormes y tristes. Las atacas con una luz, pero no se defienden. Agarras la cabeza con ambas manos y la giras con rapidez. A un lado y a otro, a un lado y a otro, sus ojos están fijos, no es un muñeco. Pides a la enfermera un algodón, y tocas con él las córneas, pero eso no le hace cerrar los ojos. En silencio pides perdón. Clavas una uña aguja sobre su piel. Ni una mueca, ni un movimiento, ni un rastro de dolor. Introduces una sonda por su boca hasta su garganta, pero eso no le hace toser. Pides a la enfermera que le inyecte una droga y dejas de mirar al paciente. Fijas tu vista en los números del monitor, que no suben. Sigues mirando, siguen sin subir. Sigues mirando, ya no van a subir. Desconectan el respirador. Nada. Nada. Nada. Vuelven a conectarlo, no ha hecho ningún intento de respirar por sí mismo. Concluyes.

En un escritorio el residente firma parte de la sentencia. Recuerdas a aquella chica alegre que conociste de externi/interno, y a la que un riñón devolvió la libertad. Recuerdas a aquel hombre que sigue haciendo feliz a su familia con el hígado de otro que se fue. Recuerdas a aquel chico joven que sigue amando, con el aliento que le prestan los pulmones de otro que fue sentenciado. Al final encuentras sonrisas, que te hacen sólo un poco menos difícil tu misión de juez.

La vida está llena de llantos y risas, y algunos pueden reir porque otros lloran. No quisiera entristeceros, pero necesitaba contarlo.

Gracias por escucharme y a ser felices.

No se pero hoy post turno he recordado varias cosas.... mientras no me venza el sueño seguire escribiendo jaja....

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